La
noción de lo difuso o borroso apareció, en un principio, en el
campo de la matemática, concretamente en la teoría de los conjuntos
difusos (o borrosos) que comenzó a desarrollar L. Zadeh
[1965] como
"un sistema que proporciona una vía natural para tratar los
problemas en los que la fuente de imprecisión es la ausencia de
criterios claramente definidos de tipos de pertenencia". Mas
pronto esta idea rebasó el ámbito estrictamente matemático,
invadiendo otras disciplinas: la semántica, la lógica, la
psicología, la física, la economía, la geografía, la inteligencia
artificial, etc.
Lo
difuso, para Zadeh, es algo inherente en el conocimiento humano en
general (o en buena parte), y, por lo tanto, es un componente
esencial de cualquier teoría. Otra de las motivaciones de Zadeh es
lo que él llama principio de incompatibilidad: en la medida en que
crece la complejidad de un sistema, en esa misma medida disminuye
nuestra capacidad para hacer precisos y aun significativos enunciados
acerca de su conducta, hasta alcanzar un umbral más allá del cual
la precisión y la significación (o relevancia) resultan, casi
siempre, características mutuamente excluyentes.
La
metodología de los sistemas difusos responde, según lo anterior, a
la urgente necesidad de elaborar otros modelos, diferentes de los de
la lógica y de la teoría de conjuntos clásicos, que están
demandando extensos campos conceptuales en los que realmente hay
vaguedad e imprecisión. El objetivo es tratar lo difuso de manera
sistemática, aunque no necesariamente cuantitativa, por cuanto que
los elementos clave en el pensamiento humano no son números, sino
rótulos (marcadores) de conjuntos difusos, i. e., clases de objetos
en los que la transición de la pertenencia a la no pertenencia es
gradual más bien que abrupta. Por ejemplo: "muy atractiva",
"extremadamente inteligente", "bastante aceptable",
"más o menos acertado", "casi verdad", etc.
Tales conjuntos vienen determinados (definidos), no como los
conjuntos en sentido clásico: por una definición extensional o
intensional --la cual garantiza, y por igual, la
pertenencia de sus elementos--, sino por referencia a un
contexto, por un procedimiento "semántico" más bien que
"sintáctico"; quedan determinados por referencia a
dominios específicos (locales).
La
teoría de los conjuntos difusos y sus ulteriores desarrollos , la
lógica difusa y la teoría de la posibilidad, constituyen modelos
que resultan especialmente útiles para tratar con la incertidumbre
de manera más "natural" y más "humana" que la
lógica y la teoría de conjuntos clásicas. Los sistemas extraídos
de la lógica clásica presentan las dificultades de la rigidez y la
bivalencia, y resultan, por ello, inservibles para expresar la
ambigüedad del significado que se da en el lenguaje natural, base
fundamental de nuestros procesos cognoscitivos y de la interacción
hombre - máquina en la Ingeniería del Conocimiento.